lunes, 13 de agosto de 2012

Blanco&negro


Internacional
 
|11 Ago 2012 - 9:00 pm

La experiencia internacional en centros como los que propone el alcalde Gustavo Petro para Bogotá

La era de las 'narcosalas'

Por: Ricardo Abdahllah / París /

La primera “sala de consumo controlado de drogas” se abrió en Berna, en 1986, y continúa en servicio. Francia se convertirá en los próximos meses en el noveno país en adoptar este tipo de alternativas.

La ONU calcula que en el mundo existen alrededor de 200 millones de adictos a las drogas.   /   ReutersLa ONU calcula que en el mundo existen alrededor de 200 millones de adictos a las drogas. / Reuters
Dos hombres y una mujer siguen en la banca ahora que el metabús acaba de irse. En realidad no es un bus, es más un furgón, pero lo de ‘meta’ es cierto. Cada tarde, el vehículo se estaciona durante una hora en tres lugares de París para recibir a los que intentan “soltarse” de la heroína. Una y otra vez, la puerta se abre para recibir a alguien, que un minuto después sale con un vasito de agua y una dosis de metadona que le ayuda a evitar el síndrome de abstinencia.
“Tengo que pasar por la asociación”, dice la mujer de la parada, que tiene un tatuaje de escorpión en el hombro, un montón de marcas de cortadas en los antebrazos. “Me dieron como mareos”, dice. La asociación se llama Gaia y hace una semana anunció, en una carta conjunta con la ONG Médecins du Monde, que en los próximos meses abrirán en París la primera “sala de consumo controlado” de Francia, ahora el noveno país en contar con este tipo de espacios.
Cerca de cien locales existen actualmente en 61 ciudades del mundo. Salvo uno en Vancouver y otro en Sídney, la mayoría de ellos se encuentra en Europa. Suiza fue el país pionero de este tipo de programas: la primera sala se abrió en Berna, en 1986, y continúa hoy en servicio, recibiendo a cerca de 100 usuarios diarios. La sala de Vancouver, por su parte, es utilizada por cerca de mil consumidores de heroína y crack cada día. Si tanto la sala de Ginebra como la de Vancouver están ubicadas en el centro de sus respectivas ciudades, la primera que existió en Madrid fue abierta en los suburbios y debió ser reubicada porque los consumidores no la visitaban. Ésa ha sido una de las pocas experiencias sin éxito de las salas de consumo controlado.
“Hay tantos modelos como salas. Algunas se concentran en el seguimiento médico, otras ofrecen duchas, merienda e incluso alojamiento. A nosotros nos interesa más el modelo suizo de salas pequeñas distribuidas por la ciudad”, dice Pierre Chappard, coordinador de la Red Francesa de Prevención de Riesgos Relacionados con el Consumo de Drogas, “pero la sala de Vancouver tiene la particularidad de estar asociada a un grupo de científicos y es en la que más estudios se han realizado, que prueban por ejemplo que el consumo global de drogas en la ciudad no ha aumentado un solo punto desde que se abrió la sala. Es el tipo de datos que tenemos para mostrarles a quienes se oponen a la idea. Ellos, por su parte, nos responden siempre con argumentos ideológicos”.
Los estudios realizados en Vancouver muestran también que, a pesar de que el presupuesto de funcionamiento de una sala, incluidos los salarios de personal médico y de servicios y trabajadores sociales, puede ser de cerca de un millón de euros anuales, la inversión repercute en una disminución de las sobredosis callejeras y del contagio de enfermedades de alto costo, como el sida y la hepatitis C (que el Estado debe tratar y pagar). Desde ese punto de vista, el dispositivo llegaría incluso a ser rentable en términos de costos para el sistema de salud.
Un estudio realizado en 2010 por el Centro Europeo de Monitoreo de Drogas señaló, entre otras conclusiones, que la política de salas de consumo en Alemania logra evitar al menos diez muertes por sobredosis cada año.
Bernard Bertrand, autor del libro sobre el tema Salles de shoot? y quien ha sido jefe de servicio de dos establecimientos para personas sin hogar, aclara que es a este tipo de población que se dirige la mayoría de las salas europeas. “La gente que consume en su casa lo seguirá haciendo; a las salas van los que consumen en edificios abandonados o en la calle”, afirma.
La primera experiencia de una sala de consumo controlado en Francia la realizó en 1994 la asociación Assud en la ciudad de Montpellier. El principio era ofrecer un espacio decente y la posibilidad de utilizar siempre agujas nuevas a personas que, con orden médica, se inyectaban drogas de sustitución. El proyecto, que tuvo el apoyo de la Alcaldía local, funcionó seis meses antes de ser clausurado por orden judicial. El visto bueno del Ministerio de Salud durante el gobierno de Nicolás Sarkozy parecía el empujón final para la apertura de salas con apoyo institucional, antes de que el entonces primer ministro, François Fillon, se pronunciara en contra. Pocas semanas después de su elección, François Hollande ha anunciado de nuevo su apoyo.
“En general, los alcaldes, así sean de derecha o de izquierda, son favorables a este tipo de proyectos, pues son ellos quienes deben lidiar con los problemas que causa el consumo callejero”, dice Chappard. Señala también que en general la concertación con los vecinos representa un problema menos grave de lo que se piensa. “La mayoría de las salas se ubican en barrios donde el consumo existe y está fuera del control de las autoridades”, dice.
Para Bernard Bertrand, “las personas se imaginan que si se abre una sala van a tener que lidiar con robos y jeringas tiradas por ahí, pero cuando las estructuras comienzan a funcionar se dan cuenta de que ocurre lo contrario, porque los problemas del consumo callejero desaparecen”.
Un vecino de la sede de la asociación Gaia, a la cual los adictos sin hogar acuden a cambiar jeringas y recibir asistencia social, afirma: “Aquí viene a veces gente que se ve muy acabada. Yo sé que son drogadictos, pero a mí me da lo mismo que si hubiera un consultorio médico o una obra de caridad católica”.
El carácter local de la problemática con la que lidian las salas explica que los primeros países en desarrollar este tipo de programas tengan gobiernos de tipo federal o con regiones autónomas. Así, por ejemplo, comunidades como la de Barcelona o la de Róterdam, en Holanda, lograron crear este tipo de espacios sin pasar por grandes debates nacionales. En 2005, Noruega se convirtió en el primer país centralista en permitir la creación de salas de consumo en su territorio. Dinamarca abrió hace poco una “sala móvil” que, como el metabús, se estaciona cerca a los lugares de consumo.
“En Francia la ley permite ‘programas de experimentación de soluciones al consumo’”, explica Chappard, “pero siempre es necesario llegar a acuerdos. Por ejemplo, para no tener a la policía frente a la puerta pendiente de quién sale o llega para detenerlo y procesarlo por posesión”.
En la mayoría de las ciudades donde existen salas, la Policía se compromete a no pedir documentos a las personas que se acercan a estos centros. Las autoridades conservan el derecho de intervenir en caso de comercio de drogas, un comportamiento que también es sancionado con la expulsión de los usuarios implicados. Si bien el objetivo esencial de las salas de consumo no es acercar a los adictos a tratamientos de desintoxicación, éste es un “efecto secundario” que Chappard explica porque “son personas que no tienen ningún lazo social y desarrollan cierta confianza con el personal de los centros.
Es a partir de ese contacto que muchas veces comienzan a buscar una manera de parar el consumo”. Para Bertrand, la idea es decirle a la gente: “no porque usted sea adicto queremos que se contamine de sida, tenga un accidente o se degrade. Estamos con usted y esperamos que el día que usted decida dejar la droga esté en un estado de salud y social que se lo permita”.
Un estudio de la Oficina Federal de Salud Pública de Suiza señala que uno de cada cincuenta visitantes de la sala de Ginebra termina por acceder a un seguimiento médico; en Vancouver, el 37% de los usuarios ha entrado en contacto con servicios especializados en adicciones.
Marcha antidrogas de México a EE.UU.
El debate en el continente sobre los daños generados por la fallida lucha armada contra el narcotráfico, liderada por EE.UU. y seguida por México, cobra cada día dimensiones mayores. Mientras en Uruguay, Chile y Colombia surgen proyectos alternativos para combatir el flagelo de la droga, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad de México emprende hoy la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por el poeta mexicano Javier Sicilia, en protesta contra la ineficacia de las políticas y acciones militares actuales contra el narcotráfico. Cerca de 70 mexicanos cruzarán la frontera por Tijuana y harán una parada en San Diego, donde serán recibidos por otros manifestantes para iniciar el movimiento que espera llegar a Washington un mes después. Un centenar de organizaciones de EE.UU. apoyan la movilización.
Canadá: consumo controlado, buena experiencia
El último boletín de la Asociación Médica de Canadá publicó el resultado de un estudio que tuvo en cuenta a más de 2.000 personas dependientes a los opiáceos tratadas con dosis de heroína. Un año después del comienzo de las terapias, un 90% de los pacientes permanecieron en rehabilitación, mientras que en el mismo período los tratados con medicamentos tradicionales, como la metodona, la permanencia fue del 49%. El índice de recaída también marcó una ventaja: 13% con el nuevo método, 70% con el usual. Suiza ha logrado reducir al 13% el nivel de reincidencia de los adictos y aumentado las cifras de rehabilitación desde que estableció 23 clínicas de consumo controlado con capacidad de atender a 2.200 pacientes al mes.
El éxito de esta alternativa ha dado réditos también en países como Holanda, Alemania, España y Australia, lo que ha llevado a que Francia, Reino Unido, Dinamarca y EE. UU. se planteen serios debates acerca de lo adecuado de aplicar este tipo de terapia.
Uruguay: vía legislativa conduce a la marihuana
En el Parlamento de Uruguay ya hace curso un proyecto de ley promovido por el presidente José Mujica, para que sea el Estado el que controle toda la cadena de producción y comercialización de la marihuana. Es visto como un paso para reducir la violencia derivada del narcotráfico, cambiando la estrategia de guerra, frontal que a juicio del gobierno trae más problemas que soluciones.
La presentación del proyecto coincidió con la llegada al Congreso chileno de una iniciativa para legalizar el cultivo, el consumo persona y el uso terapéutico de esta misma droga, la cual la Cámara de Diputados de Argentina comenzó a estudiar este año.
Estos proyectos han estado basados en las experiencias de países como Holanda, Portugal y los estados de EE.UU. en los que el uso de la marihuana está despenalizado.


No hay comentarios: