martes, 30 de junio de 2015

SUBE LA ATENCIÓN A ADICIONES EN VALENCIA

Blanco&negro
junio martes 30 2015
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Informe

La atención de Proyecto Hombre a adicciones sube un 10,47%

La fundación alerta de un aumento del 84 % entre la población joven/adolescente en el consumo de cannabis y un 2,2% en dependencias de nuevas tecnologías como el móvil, internet o videojuegos

30.06.2015 | 04:15
Crece el consumo de cannabis entre la población joven/adolescente, y también el de adicciones comportamentales. En el primer caso, la atención se eleva a un 84%. En el segundo, referido a nuevas tecnologías como móvil, internet, redes sociales, juegos en línea o videojuegos, se detecta un aumento del 2,2%. La Fundación Arzobispo Miguel Roca-Proyecto Hombre de Valencia dedicó en 2014 su atención terapéutica a 1.034 personas en los Centros de Día de Valencia, Gandia y Ontinyent así como en las Comunidades Terapéuticas de Valencia y la Intrapenitenciaria de Picassent, lo que supone un incremento del 10,47% respecto al año anterior.
Las cifras también confirman la tendencia de ejercicios pasados en lo referente a las sustancias de mayor consumo, que siguen siendo la cocaína, con un 49,5 %, el alcoho (24,7%) y el cánnabis y sus derivados (13,3%). Como nota positiva destacada, se percibe un menor número de casos de adicción al alcohol, que pasa de 26,7 a 24,7%.
Las mujeres, más difícil
El perfil de personas a las que se atiende en Proyecto Hombre, sin embargo, no varía. Se trata de un varón, español, de unos 36,7 años de edad, que es además consumidor de cocaína y alcohol. Es soltero, con algún apoyo familiar, en paro, y cuenta con estudios, al menos, primarios. Las mujeres, mientras, continúan teniendo mayores dificultades para acceder a tratamiento. Incluso se detecta una ligera disminución del 2% en el número de féminas atendidas respecto de 2013. «Si lo comparamos a nivel estatal de los datos aportados, 15,3%, nuestros datos son significativamente más altos, (18,6%)», apuntan desde Proyecto Hombre.
Los datos los hacía públicos ayer el director terapéutico de la fundación, Juan Manuel Ferrer, quien comparecía junto al presidente delegado, Ignacio Grande, y el vicario episcopal de Acción Caritativa y Social, José María Taberner. Todos ellos trataban de hacer especial hincapié en la población adolescente por el aumento del consumo de cannabis y sus riesgos para la salud, mal dimensionados en muchas ocasiones. Ferrer tildaba el dato de «escalofriante» y trataba de concienciar sobre su peligrosidad a determinadas edades. Ni es una sustancia «menos perjudicial», ni tampoco «más ecológica». En ese punto, desde la fundación se alertaba sobre «la ausencia generalizada» en la sociedad de «percepción de riesgo» respecto al impacto del abuso también en el caso del alcohol. Idéntica situación sobre el tratamiento que se da al tema y que hoy por hoy es únicamente biológico-sanitario, cuando lo necesario es atenderlo desde un enfoque global — psicológico, familiar, social, educativo, laboral, sanitario y existencial—. La entidad reclamaba a la administración mayor colaboración en ese sentido, al tiempo que apuntaba a la necesidad de implicar a toda la sociedad para frenar las adicciones. La necesidad de ofrecer alternativas de asistencia dirigidas exclusivamente a jóvenes/adolescentes hizo que en febrero de 2014, el programa de Prevención selectiva e indicada, se viera reflejada en la atención a 47 usuarios y sus familias.

lunes, 29 de junio de 2015

LA CRISIS GRIEGA:

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http://www.msn.com/es-es/dinero/economia/%C2%BFqu%C3%A9-es-la-crisis-griega/ar-AAcgiDfhttp://www.msn.com/es-es/dinero/economia/%C2%BFqu%C3%A9-es-la-crisis-griega/ar-AAcgiDf

jueves, 25 de junio de 2015

MIENTRAS UNOS TIRAN, OTROS SE MUEREN DE HAMBRE...

Blanco&negro

Firma para que los supermercados estén obligados a donar toda la comida sobrante a ONGs >>

 
ALEXANDER:
Cada noche, los supermercados tiran a la basura toneladas de comida en buen estado que podría emplearse para ayudar a los millones de personas que pasan hambre.
Por eso es tan importante la Ley aprobada en Francia hace pocas semanas que exige que todos los supermercados donen toda la comida sobrante que no hayan conseguido vender. Y por eso he iniciado una petición reclamando a la Comisión Europea que esta Ley se convierta en una norma en toda Europa >>
En España y en muchos otros países la cantidad de alimentos que se dilapida es descomunal, y no hablamos de comida podrida o en mal estado:hablamos de alimentos que son perfectamente aptos para el consumo pero que son destruidos o tirados a la basura.
La Comisión Europea está preparando una “estrategia de economía circular” que incluye la lucha contra el despilfarro de comida. Si cientos de miles de europeos le pedimos que incluya la obligación de que los supermercados donen la comida que no venden, no podrán ignorarnos.
Muchas gracias por tu apoyo.
Manuel

domingo, 14 de junio de 2015

QUE HACEN CON NUESTROS DATOS EN INTERNET

Blanco&negro

¿Qué hacen con nuestros datos en internet?

La información personal se ha convertido en un producto más de compraventa. Deambular por los mundos real y virtual tiene cada vez menos de anónimo

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Ilustración e información: Olga Subirós (CC BY-NC-ND-2.0)
Todos hemos oído alguna vez decir que cuando un producto es aparentemente gratuito, es probable que en realidad lo estemos pagando con datos. Ocurre con las redes sociales, las tarjetas de fidelización de tiendas o supermercados o con un sinfín de aplicaciones que nos ofrecen servicios más o menos relevantes a cambio, solamente, de nuestros detalles personales.

Una vida vigilada

Tecnología y dispositivos que producen o almacenan datos de nuestra actividad cotidiana:
1/6/14. Videovigilancia: las imágenes pueden ser interceptadas.
2. Contadores de luz y termostatos: dan información de hábitos.
3 /4. Televisores inteligentes y consolas: incorporan cámaras y micrófonos.
5. Controles biométricos de entrada y salida.
7. Monitorización remota en el trabajo: capturas de pantalla del trabajador para medir la productividad.
8. Bases de datos personales: pueden contener datos fiscales y de salud de los clientes.
9. Sensores de conteo de personas: monitarizan el flujo de compradores y los tiempos de compra.
10. Tarjetas de fidelización: a cambio de descuentos, crean perfiles del comprador.
11. Ibeacons: envían ofertas a móviles cercanos.
12. Wifi gratuito: se puede ofrecer a cambio de acceso al perfil de Facebook.
13. Abonos de transporte público: tarjetas recargables que producen datos de desplazamientos.
14. Redes de bicicletas públicas: registro de trayectos.
15. Coches: hay sistemas para registrar las matrículas.
16. Telefonía móvil: permite geolocalizar.
17. Cámaras térmicas y sensores sonoros: miden flujo de peatones y niveles de ruido.
18. Mobiliario urbano que detecta presencia de peatones.
19. Sistemas de párking: el pago con tarjeta de plazas azules y verdes genera datos del usuario.
Pero más allá de intuir que nosotros somos el producto, en realidad desconocemos qué se hace exactamente con nuestra información, o en qué consiste y cómo funciona ese pago con datos. En realidad, no es una cuestión sencilla, y cada aplicación cuenta con sus propios procedimientos y lógicas. En el caso de la navegación por Internet, por ejemplo, las empresas y prestadores de servicios nos ofrecen de forma gratuita sus motores de búsqueda, páginas webs y servicios asociados, para leer la prensa, consultar la previsión meteorológica, o estar en contacto con otras personas a través de redes sociales o foros. No obstante, cada vez que entramos en una web estamos descargando automáticamente una serie de microprogramas conocidos comocookies que recaban información de nuestra actividad online y hacen llegar al propietario de la web visitada información sobre nuestra IP, MAC o IMEI (la matrícula de nuestro dispositivo), el tiempo y forma en que utilizamos un sitio concreto u otros sitios que estén abiertos en el mismo momento, identifica si somos visitantes habituales y qué uso hacemos de la página de Internet, en qué secuencia y cómo accedemos a otros sitios, etcétera. Además, es habitual que diferentes empresas paguen al sitio que visitamos para poder instalarnos sus propias cookies, como también lo es que la empresa utilice los datos no solo para sus estudios internos, sino que los venda a terceros.
En realidad, cada vez que visitamos una página con el ordenador, el teléfono móvil o la tableta, recibimos decenas de peticiones de instalación de cookies. Somos, pues, el producto porque a cambio de la información que obtenemos proporcionamos detalles sobre nuestra actividadonline y, a menudo, datos personales como nuestro nombre y ubicación, hábitos, tarjeta de crédito, etcétera, de los que no tenemos forma de controlar dónde acaban. Ante esto, el único recurso de autoprotección es o no aceptar cookies y renunciar al servicio, o borrarlas sistemáticamente de nuestro ordenador, algo tan engorroso como limitadamente útil.
Facebook, una red social utilizada por más de mil millones de personas al mes, dispone de los datos que el usuario deposita voluntariamente en ella, pero también hace inferencias en base a nuestras interacciones con personas e información, las comparte con terceros y elabora un perfil único que le permite determinar qué aparece en nuestro muro, tanto por parte de nuestros amigos como de anunciantes. Todo me gusta o registro a través de Facebook genera información que es analizada y clasificada por algoritmos con el fin tanto de conocernos individualmente como consumidores, como de elaborar perfiles sociales destinados a agencias de publicidad. El registro continúa incluso si hemos cerrado la página: a no ser que salgamos manualmente, las cookies de Facebook continuaran espiando todo lo que hacemos online.
Si, además, hemos instalado Facebook en nuestro teléfono móvil, junto con su aplicación de mensajería, el sistema podrá activar remotamente nuestra cámara o micro, acceder a nuestras fotografías y mensajes, etcétera, y así ir perfeccionando nuestro perfil.
El ejemplo de la navegación web es el más habitual, pero ya no el único protagonista. El mismo despliegue de conexiones no aparentes y de compraventa de datos se produce también cuando utilizamos una tarjeta de fidelización de cliente, que relaciona nuestro patrón de consumo con un nombre, dirección, a menudo unos datos bancarios y las respuestas al cuestionario que habitualmente acompañan la solicitud.
A no ser que salgamos manualmente de la página, Facebook continuarán espiando lo que hacemos
Otro ámbito en el que la recogida de datos es cada vez más relevante es el espacio público. Nuestro incauto deambular por las calles tiene cada vez menos de anónimo, y los sensores que leen los identificadores únicos y la geolocalización de nuestros dispositivos, las cámaras termales y de video vigilancia, las redes wifi, las farolas inteligentes o los sensores de lectura automática de matrículas nos incorporan de forma rutinaria a bases de datos públicas y privadas que en algún lugar le sirven a alguien para obtener un beneficio que ni conocemos ni controlamos.
El ámbito doméstico es quizás el espacio dónde esa monitorización de nuestros movimientos y rutinas para elaborar patrones vendibles aumenta de forma más preocupante: todos los electrodomésticos inteligentes, del contador de la luz al televisor, pasando por la nevera, construyen una red de extracción de datos que quiere perfeccionar la imagen de quiénes somos, qué queremos o qué podemos querer. El reto es ser capaz de adelantarse a nuestras necesidades para tentarnos a adquirir productos o servicios que aún no sabemos que deseamos. Pagamos, pues, dos veces: cuando adquirimos el electrodoméstico o abonamos el recibo de la luz, en euros, y cada vez que le proporcionamos información, con datos personales.
Hay empresas que han empezado a explorar la posibilidad de convertirse en data brokers de los ciudadanos, una especie de corredores de datos que gestionarían nuestra información devolviéndonos una parte del beneficio generado por ella. Que nadie espere hacerse rico: de momento las empresas que intentan abrirse camino en este turbio mundo no dan más que unos cuantos euros al mes a cambio de información tan sensible como datos médicos o bancarios. De momento, el verdadero dinero no se encuentra en la relación entre ciudadanos y servicios que recogen datos. La economía de los datos es aún poco más que una promesa, de la que hasta ahora se benefician muy pocos actores (Facebook o Tuenti, Google,FoursquareYouTube, etc.), y más por la fiebre inversora que por la cuenta de resultados. Al albor de esta promesa de negocio, eso sí, proliferan los corredores de datos dedicados al cruce de diferentes bases para aumentar el precio de venta de los perfiles generados a partir del cruce de información de actividad online y offline: los informes médicos, por ejemplo, pueden añadir mucho valor a un historial de búsqueda en Internet.
Hay empresas que ya exploran la posibilidad de convertirse en ‘brokers’ de datos de los ciudadanos
A algunos este escenario no les genera ninguna inquietud. Pagar con información propia abre también la puerta a la promesa de servicios personalizados y atención individualizada. Sin embargo, los corredores de datos no se limitan a cruzar detalles de lo que compramos, con quién interactuamos y qué nos gusta. Este comercioincluye también, y cada vez más, historiales médicos, datos fiscales y de renta o datos bancarios. El tipo de información que puede determinar si se nos concede un crédito, si se nos ofrece un seguro médico más o menos caro o si conseguimos un trabajo. De repente, el precio pagado con información personal emerge como algo totalmente desproporcionado e incontrolable.
Al aceptar nos convertirnos en el producto, pues conviene no olvidar que aceptamos también que se nos pueda acabar apartando del juego, escondidos o ignorados porque nuestro perfil no aporta la solvencia, salud u obediencia esperada.
Gemma Galdon Clavell, doctora en políticas públicas y directora de investigación en Eticas Research and Consulting.