POR: amuz
DE QUE LADO ESTALA TECNOLOGIA?
Hace un tiempo conocí a Daniel “el grande” un piloto de avión rezagado de la guerra civil española, un vasco de estos que se sumen en su cultura y en su arraigo, un viejo para conversar, para conversar de la guerra y para compartir un vaso de vino, una sonrisa, una historieta de viento y una de utopia, a Daniel no le trasnocha lo moderno, la informática, ni las telecomunicaciones de punta; mas sin embargo lo acompaña un viejo cajón como él así lo llama, un ordenador un poco cano que le hace rabiar cada ves que no puede abrir las películas y los formatos en que le enviamos alguno que otro reenvío.
A pesar de que Daniel no le causa gracia la modernidad, se ha vuelto eremita como casi todos los que nos zambullimos en este nuevo espacio sideral, caemos y encontramos en el ordenador un nuevo perfume y una nueva óptica para degustar el paisaje y acariciar el viento bajo la mirada fría de una pantalla multicolor y titilante. Y es que la tecnología trae esa nueva fragancia no se si masculina o femenina, una fragancia meliflua y chicluda que hace que nuestros dedos persigan unas teclas y se conviertan en entretenimiento o en el enlace entre el mas allá y la noticia perfecta. Es como si nos fuéramos por completo del planeta o del cosmos; así lo manifiesta mi esposa cuando se me acerca por los lados de los hombros, por la espalda, y me da un golpecito de estos que te dicen estas ahí? Te has ido por completo, te hablamos y no atiendes, te ausentas cada que entras en esa pantalla.
Y si, es como una nueva forma de ver las cosas, de atender los seres queridos, los amigos y los antiguos medios de comunicación; te vas olvidando del televisor o como le digo a un viejo amigo: hace por lo menos 6 años que no escucho radio, o hace mas de dos años que no leo la prensa, o la televisión para los partidos de fútbol. Todo lo hago a través del ordenador, a través de esa autopista de canal ancho que nos presenta con rapidez el Internet. Nos vamos volviendo viejos y con ello nos vamos olvidando de visitar los amigos, nuestros familiares, la tienda de la esquina, el longevo bar donde conocí mi primer amor o donde deguste mi primer vino, donde compartía la risa del empleado o el mal humor de alguien que entraba fumando su puro o el olor de un campesino recién salido del surco. Se nos van perdiendo los olores, los colores, el buen deguste por lo visual con la desventaja de que te vendan en la siguiente parada un helado acido o con sabor a franguz que te hace comer tu hijo o tu sobrino que se las sabe todas traídas de la calle; si, así, nos vamos envejeciendo detrás de un cajón como le dice Daniel, un cajón mágico que nos roba el tiempo, que nos roba el paisaje y las ganas de caminar.
Hace poco leía una encuesta donde ya el ordenador es un elemento mas en casa indispensable, o como me dijo un profesor cuando le pregunte sobre el consumo de energía de mi ordenador y me contesto: “Igual que la de un televisor”, porque el ordenador es ya un elemento mas en casa de suma importancia y que incluso había desplazado al televisor y que por ende había que tenerlo muy en cuenta a la hora de revisar la factura de cobro de servicios públicos. (Y eso que el Internet tiene una tarifa ya preestablecida o si no la cuenta era mas larga). El Internet y el ordenador se han fusionado no solo en la factura, también creo que estratégicamente lo han pegado o ligado para que entremos en esta era del siglo XXI, la era de la nanotecnología, de la cibernética y de la robótica, la era de las telecomunicaciones vía satelital, a tras han quedado los fardos de cintas de video casettes, los discos LP, las grabadoras de casetera, los televisores de cajón de VHS o las radios AM desaparecieron en esta nueva era de las telecomunicaciones y de la Internet, y estos se han llevado la calle, el coqueteo, la fragancia de la vecina buenona que luce su perfume de Paris, los olores de la mañana y del atardecer, el galanteo y el piropo y con ellos también se van los murmullos y corrillos, el deleite por conocer el nuevo rumbo del palacio consistorial o el nuevo chisme de la fulana que sale con mi viejo amigo, si, así es la cosa, la calle ya no es nuestra nueva atracción de goce, es ahora la calle de los muertos vivientes, las calles de la sonrisa fingida y de la mirada caída; la calle ya no es nuestra, es de quien ve en ella una nueva oportunidad y un nuevo corredor de un nuevo negocio.
MUÑOZ, Alexander
En Segorbe a septiembre de 2.010
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