Blanco&negro
EL HUMANISMO Y LA ÉTICA DE LOS GRINGOS
El plan Visión 2020 no es únicamente militar, tiene un enfoque multiagencias. Es decir, las fuerzas especiales cumplen misiones en estrecha cooperación con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), la Oficina Federal de Investigación (FBI) y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA). Y se apoyan en el Sistema del Terreno Humano −como le llama el Pentágono−, especialistas civiles en áreas de ciencias sociales y políticas, antropología, estudios regionales y lingüística, además de funcionarios, agencias gubernamentales, empresas multinacionales, think tanks, centros académicos, fundaciones, organizaciones no gubernamentales e intelectuales orgánicos, que deben preparar las condiciones objetivas y subjetivas y las coartadas propagandísticas para la guerra irregular o asimétrica, y dotar de sus conocimientos a los efectivos militares antes de los despliegues en diversas regiones del orbe.
La Circular de Entrenamiento TC-18-01 de las Fuerzas de Operaciones Especiales, publicada en noviembre de 2010 bajo el título La guerra no convencional (GNC), confirma la importancia que el comando supremo del Pentágono confiere a dichas unidades de élite. Según el documento, las FOE están capacitadas para explotar las vulnerabilidades sicológicas, económicas y políticas de un país adversario, desarrollar y sostener las fuerzas de resistencia (o insurgencia) y cumplir objetivos estratégicos estadunidenses. Son las únicas fuerzas específicamente designadas para ese tipo de guerra por sus capacidades para infiltrarse en terreno enemigo, posibilitar el desarrollo y entrenamiento de grupos subversivos al servicio de Washington y coordinar sus acciones al interior de países hostiles, así como para coaccionar, alterar o derrocar a un gobierno.
Pese a
los sucesivos afanes desestabilizadores, el modelo no ha podido fructificar en
Siria, Cuba y Venezuela. En abril se dio a conocer que la USAID diseñó y operó
desde 2009 una red de comunicación horizontal vía Internet, ilegal y secreta,
denominada ZunZuneo, para impulsar un Twitter cubano y manipular a sectores de
la población con mensajes políticos, cuyos objetivos eran generar una
disidencia interna y provocar acciones subversivas que llevaran a un cambio de
régimen en la isla. Inscrita en los parámetros de la guerra no convencional (en
su variable de guerra cibernética), para evadir las restricciones soberanas
cubanas, la operación clandestina incluyó la creación de empresas de fachada en
España y contó con financiamiento desde bancos en Islas Caimán. Pero la
intentona por desencadenar una primavera cubana, fracasó.
Venezuela es otra víctima de una guerra no declarada según los cánones del manual TC-18-01. El objetivo es derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro vía golpe de Estado o una guerra civil que abra las puertas a una intervención humanitaria de la OTAN y/o a la injerencia militar directa del Pentágono. La más reciente escalada sediciosa financiada por la CIA, la USAID y NED cobró alta visibilidad mediática en febrero, cuando partidos y movimientos extremistas de corte neonazi, como Voluntad Popular, de Leopoldo López; la ONG Súmate, de la desaforada legisladora María Corina Machado, y Gustavo Tovar, de la ONG Humano y Libre, llamaron a salir a la calle sin retorno, hasta lograr la renuncia o caída del mandatario. La rebelión de los ricos, como la llamó el diario inglés The Guardian, fracasó, pero dejó un saldo de 41 muertos.
EL HUMANISMO Y LA ÉTICA DE LOS GRINGOS
El manual TC-18-01 y la subversión en Cuba y Venezuela.
Carlos
Fazio, 12 de mayo de 2014
El 30 de
abril el Departamento de Estado estadunidense dio a conocer su informe anual
sobre países patrocinadores de terrorismo correspondiente a 2013. Como ocurre
desde 1982 Cuba integró la lista negra. ¿La razón? Dar refugio a miembros de
ETA y las FARC. El documento incluyó a Venezuela, porque el gobierno de Nicolás
Maduro no tomó acciones contra funcionarios señalados por el Departamento del
Tesoro de Estados Unidos por respaldar directamente actividades de tráfico de
armas y narcóticos por parte de las FARC.
La doble
moral de la diplomacia de guerra de Barack Obama no admite la prueba del ácido.
La razón es sencilla: en momentos en que se daba a conocer el informe en
Washington, el Pentágono tenía más de 13 mil elementos de las Fuerzas de
Operaciones Especiales (FOE) desplegados y realizando misiones subversivas y terroristas
en más de 75 países. Las FOE están integradas por unidades de élite del
ejército, la infantería de marina y la fuerza aérea estadunidenses, expertos en
operaciones de guerra sicológica, actividades clandestinas, desestabilización,
sabotaje, espionaje, ataques cibernéticos y asesinatos selectivos. Adscritas al
plan denominado Visión 2020, las fuerzas FOE responden al Comando de
Operaciones Especiales Conjuntas de la Secretaría de Defensa, cuyo cuartel
general está en MacDill, Florida.
El plan Visión 2020 no es únicamente militar, tiene un enfoque multiagencias. Es decir, las fuerzas especiales cumplen misiones en estrecha cooperación con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), la Oficina Federal de Investigación (FBI) y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA). Y se apoyan en el Sistema del Terreno Humano −como le llama el Pentágono−, especialistas civiles en áreas de ciencias sociales y políticas, antropología, estudios regionales y lingüística, además de funcionarios, agencias gubernamentales, empresas multinacionales, think tanks, centros académicos, fundaciones, organizaciones no gubernamentales e intelectuales orgánicos, que deben preparar las condiciones objetivas y subjetivas y las coartadas propagandísticas para la guerra irregular o asimétrica, y dotar de sus conocimientos a los efectivos militares antes de los despliegues en diversas regiones del orbe.
La Circular de Entrenamiento TC-18-01 de las Fuerzas de Operaciones Especiales, publicada en noviembre de 2010 bajo el título La guerra no convencional (GNC), confirma la importancia que el comando supremo del Pentágono confiere a dichas unidades de élite. Según el documento, las FOE están capacitadas para explotar las vulnerabilidades sicológicas, económicas y políticas de un país adversario, desarrollar y sostener las fuerzas de resistencia (o insurgencia) y cumplir objetivos estratégicos estadunidenses. Son las únicas fuerzas específicamente designadas para ese tipo de guerra por sus capacidades para infiltrarse en terreno enemigo, posibilitar el desarrollo y entrenamiento de grupos subversivos al servicio de Washington y coordinar sus acciones al interior de países hostiles, así como para coaccionar, alterar o derrocar a un gobierno.
Los equipos
FOE penetran en el área de operaciones, promueven una disidencia subversiva
interna, entrenan a sus líderes, les proporcionan la logística necesaria y
manejan el guión propagandístico desestabilizador con eje en denuncias de
corrupción contra el régimen de turno, que es acusado de dictatorial.
Desencadenado un conflicto, el objetivo es generar un clima de malestar
permanente mediante manifestaciones y protestas violentas (que son cubiertas
por los conglomerados mediáticos como acciones pacíficas) y se promueven
intrigas y rumores falsos, agitando como banderas la defensa de los derechos
humanos y la libertad de prensa.
La guerra
asimétrica resultó exitosa en Serbia, Ucrania y Georgia, donde, con recursos
encubiertos del Pentágono y la CIA canalizados por conducto de la Agencia
Internacional para el Desarrollo (USAID), la Fundación Nacional para la
Democracia (NED) y el Instituto Republicano Internacional, y el apoyo de la
Open Society de Georges Soros y la Institución Albert Einstein de Gene Sharp,
se produjeron las llamadas revoluciones de colores o golpes suaves de comienzos
del siglo XXI.
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Venezuela es otra víctima de una guerra no declarada según los cánones del manual TC-18-01. El objetivo es derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro vía golpe de Estado o una guerra civil que abra las puertas a una intervención humanitaria de la OTAN y/o a la injerencia militar directa del Pentágono. La más reciente escalada sediciosa financiada por la CIA, la USAID y NED cobró alta visibilidad mediática en febrero, cuando partidos y movimientos extremistas de corte neonazi, como Voluntad Popular, de Leopoldo López; la ONG Súmate, de la desaforada legisladora María Corina Machado, y Gustavo Tovar, de la ONG Humano y Libre, llamaron a salir a la calle sin retorno, hasta lograr la renuncia o caída del mandatario. La rebelión de los ricos, como la llamó el diario inglés The Guardian, fracasó, pero dejó un saldo de 41 muertos.
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