Blanco&negro
DESCOMPOSICIÓN
Ramon Cardona Pla.
En el País Valencia se hace difícil saber cuando hemos pasado de cierto olor a podrido a un nauseabundo hedor a descomposición. Múltiples instancias y poderes han echado su legitimidad por la borda. Quizás mantengan una fachada de legalidad e institucionalidad pero apenas llegan a disimular su desmoronamiento y han perdido todo respeto moral y ciudadano
Habrá quien localice esa transición de una fetidez a otra en la conclusión del juicio al ex Molt Honorable y su ex acólito, al constatar el abismo existente entre la absolución que realizaba el jurado popular y la convicción que se palpaba en la calle tras escuchar unas sonrojantes y explícitas conversaciones telefónicas. Algo quedo claro: la justicia no es igual para todos.
Puede que otros apunten al momento en que toda una delegada del gobierno ordenó y consintió el violento apaleamiento de unos adolescentes que habían osado interrumpir el tráfico protestando por lo que consideraran protestable. Al instante perdió, ella y su institución, cualquier autoridad para limitar las manifestaciones que a la población le vinieran en gana.
Quizás unos terceros lo situarán en las detenciones, por desviar dinero de la cooperación internacional, de altos cargos del gobierno autonómico y otras personas de confianza del actual portavoz del PP en les Corts Valencianes. O en las escandalosas revelación de los tejemanejes, engaños y manipulaciones que realizó la dirección de Ferrocarrils de la Generalitat para eludir cualquier responsabilidad pública, técnica o política, sobre los 43 muertos y 47 heridos en el accidente del metro en la estación de Jesús. A partir de la guerra a navajazos que se adivina en el PP bajo la tenue capa de las permanentes sonrisas, se confirman los motivos de desafección ciudadana ante la actuación de poderes opacos y fraudulentos.
Pero estos hechos recientes sólo son síntomas. La podredumbre viene de muy lejos alimentada por una codicia que venden como un merecimiento, impulsada por un desprecio a las personas que disfrazan con una valencianía de poliespán y estimulada por la sed de poder al servicio de intereses privados que en sus discursos denominan “el bien común”.
Empobrecen al pueblo, humillan a los ciudadanos, se ríen de la solidaridad y la justicia, socavan los cimientos de la sociedad. Pero caerán: la desafección aumenta, la lucidez se abre paso, las conciencias se rebelan. Una vez perdida, la legitimidad no vuelve, debe surgir otra. Y esa es la esperanza. Sobre el estiércol se pueden cultivar flores.
EN VALENCIA SPAIN MARZO DE 2.012
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