Blanco&negro
FAMILIAUn nuevo libro dice que el orden al nacer es clave para el futuro de los hermanos. Los primogénitos son más inteligentes y exitosos que los demás y, así lo nieguen, son los preferidos de los padres.
Lazos de sangre
Aunque las peleas entre hermanos son normales, la lealtad y confianza que se tienen es única |
Sábado 8 Octubre 2011
Muchos se preguntan por qué al hermano mayor le va mejor en la vida que al segundo, o por qué al más pequeño todos en la casa le ponen más atención de la necesaria. Nada de esto ocurre por azar, sino que tiene una explicación científica, y es que el orden de nacimiento sí importa. Aún más, es un factor determinante para establecer la personalidad y aptitudes de los miembros de la familia.
Esta es la tesis central del libro The Sibling Effect: What the Bonds Among Brothers and Sisters Reveal About Us, escrita por Jeffrey Kluger, editor de Salud y Ciencia de la revista Time, quien investigó a fondo los rasgos que caracterizan las relaciones entre hermanos. Entre ellos se destacan la competencia, los ataques de celos y las constantes peleas. Pero al mismo tiempo, hay rasgos positivos que convierten la hermandad en el vínculo más duradero, por el nivel de confidencialidad y lealtad que se da y que es difícil de encontrar en otras personas.
La mayoría de los estudios sobre la familia se centran en el matrimonio y en los lazos entre padres, pero recientemente los científicos se han preocupado por indagar más sobre la naturaleza de estos vínculos fraternales. Kluger recopiló estos trabajos y encontró que más allá de las riñas, los hermanos son una fuente de aprendizaje invaluable porque enseñan a lidiar ciertas situaciones de la vida desde temprana edad, como a resolver conflictos. El 80 por ciento de las peleas entre hermanos durante la niñez se dan porque se disputan los juguetes, y de esa forma construyen su identidad pues al tiempo que compiten, desarrollan habilidades para remediar ese tipo de problemas. Los conflictos entre los padres también hacen que la relación entre hermanos sea más fuerte. En esa primera etapa, dice Kluger, “la interacción entre ellos se verá reflejada en la personalidad de cada uno años más tarde”.
En las familias grandes, por ejemplo, los hermanos mayores aprenden bastante sobre crianza, ya que deben cuidar a los menores y esto les sirve para cuando se convierten en padres. A pesar de que pueden generarse muchas envidias y
peleas, quienes tienen hermanos cuentan con un aliado que les enseña a valorar la lealtad y la confianza. Por eso suelen relacionarse mejor con los demás, saben escuchar a las personas y entienden mejor los comportamientos de la gente. “Las hermanas les enseñan a sus hermanos sobre los misterios de las mujeres, y los hermanos hacen lo mismo con sus hermanas, al hablarles sobre hombres”, señala Kluger. De hecho, a los hombres que tienen hermanas se les facilita más comunicarse con las mujeres, y viceversa. Según el libro, estudios recientes han revelado que aquellos que tienen una cita romántica rápida, de 5 a 15 minutos, y tienen hermanos del sexo opuesto, lo hacen mucho mejor que quienes no los tienen.
Pero quienes tienen hermanos saben que estas relaciones también están plagadas de conflictos. Muchos de ellos se originan por la preferencia que los padres sienten por uno u otro. Aunque los padres, de labios para afuera, dicen que ninguno es su favorito y los quieren a todos por igual, la realidad es otra. En el libro, Kluger hace referencia a un estudio realizado por Catherine Conger de la Universidad de California, quien visitó tres veces durante tres años a cerca de 400 familias con más de un hijo. Les preguntó sobre sus relaciones y grabó en video cómo solucionaban un conflicto intrafamiliar. Después de revisar el material, Conger concluyó que en el 65 por ciento de los hogares las mamás tienen preferencia hacia uno de sus hijos; los papás lo hacen en el 70 por ciento de los casos. Y el resto sabe esconderlo muy bien.
Ese favoritismo se da principalmente con los mayores. Y según Kluger, los primogénitos son los predilectos precisamente porque llegan primero, y ante la novedad, los padres se les dedican, cosa que no sucede con el segundo, y mucho menos con el tercero, quienes deben compartir con sus hermanos el tiempo y la energía de los padres. Un estudio realizado en Noruega en 2007 señala que esa atención exclusiva que reciben los mayores antes de que nazcan sus hermanos se traduce en un mayor
coeficiente intelectual. Esto los hace ser más exitosos y mejor remunerados que sus hermanos. Kluger concuerda con Frank Sulloway, psicólogo e investigador de la Universidad de Berkeley, Estados Unidos, quien fue uno de los pioneros en el estudio de las relaciones entre hermanos. En su momento afirmó que el orden de nacimiento es crucial para la formación del intelecto en las personas y que los primogénitos salen premiados en esta materia.
En otras familias, sin embargo, el favorito no es el primero sino el último: “Ellos son los más consentidos por ser los más vulnerables, y saben cómo llamar la atención mejor que nadie”, dice el autor. Los de la mitad, por su parte, conocidos popularmente como los sándwich, rara vez corren con la suerte de ser los preferidos. Esa posición poco privilegiada los convierte en los más desapegados de la familia. Se suelen ir más rápido de la casa, son rebeldes y buscan afectos fuera del núcleo familiar. Por eso resultan ser lo más sociables y amigueros del clan.
El género también es un elemento clave para establecer cuál es el favorito de la familia. Cuando todos son del mismo sexo se crea una conexión muy grande entre ellos porque sus gustos son similares. En el caso de las familias en las que hay una sola mujer o un solo hombre entre dos o más hermanos, el diferente suele robarse la atención de sus padres. Catherine Salmon, psicóloga experta en el tema, afirma que “cuando hay una sola niña o un solo niño en la familia, el hecho de ser distinto al resto hace que ganen mayor atención y que les dediquen más tiempo”.
El caso de los hermanastros es particular. Cualquiera pensaría que hay más conflictos entre ellos, pero, curiosamente, Kluger revela que después de convivir por lo menos seis años, los lazos entre estos pueden ser iguales a los de los hermanos biológicos. Incluso, la relación puede ser mejor porque no existe la competencia que hay entre los hermanos por atraer la atención de sus padres, algo que sucede principalmente en la niñez. Por otra parte, la relación entre gemelos es muy complicada, pues son muy parecidos no solo en lo físico, sino en su personalidad. “Su entendimiento mutuo es más sutil y profundo que el de los otros hermanos”, le dijo Kluger a SEMANA.
En cuanto a los hijos únicos, el autor señala que gozan de ciertas ventajas respecto a los de familias más numerosas. Son más maduros porque tienden a escuchar y participar desde pequeños en conversaciones de adultos. Adicionalmente,
desarrollan habilidades cognitivas y comunicativas que los hacen mejores en el colegio que los compañeros de su misma edad.
Aunque para el autor tener un favorito no es un pecado, aconseja que los padres deben descubrir a tiempo las aptitudes de sus hijos para que cada uno forme su identidad. “Lo ideal es que cada uno tenga su rol claro dentro de la familia. Es decir, que el chistoso, el artista y el atleta sean reconocidos como tales. No se puede tratar a los hijos por igual porque son individuos con distintas necesidades”, le explicó Kluger a SEMANA.
Esta es la tesis central del libro The Sibling Effect: What the Bonds Among Brothers and Sisters Reveal About Us, escrita por Jeffrey Kluger, editor de Salud y Ciencia de la revista Time, quien investigó a fondo los rasgos que caracterizan las relaciones entre hermanos. Entre ellos se destacan la competencia, los ataques de celos y las constantes peleas. Pero al mismo tiempo, hay rasgos positivos que convierten la hermandad en el vínculo más duradero, por el nivel de confidencialidad y lealtad que se da y que es difícil de encontrar en otras personas.
La mayoría de los estudios sobre la familia se centran en el matrimonio y en los lazos entre padres, pero recientemente los científicos se han preocupado por indagar más sobre la naturaleza de estos vínculos fraternales. Kluger recopiló estos trabajos y encontró que más allá de las riñas, los hermanos son una fuente de aprendizaje invaluable porque enseñan a lidiar ciertas situaciones de la vida desde temprana edad, como a resolver conflictos. El 80 por ciento de las peleas entre hermanos durante la niñez se dan porque se disputan los juguetes, y de esa forma construyen su identidad pues al tiempo que compiten, desarrollan habilidades para remediar ese tipo de problemas. Los conflictos entre los padres también hacen que la relación entre hermanos sea más fuerte. En esa primera etapa, dice Kluger, “la interacción entre ellos se verá reflejada en la personalidad de cada uno años más tarde”.
En las familias grandes, por ejemplo, los hermanos mayores aprenden bastante sobre crianza, ya que deben cuidar a los menores y esto les sirve para cuando se convierten en padres. A pesar de que pueden generarse muchas envidias y
peleas, quienes tienen hermanos cuentan con un aliado que les enseña a valorar la lealtad y la confianza. Por eso suelen relacionarse mejor con los demás, saben escuchar a las personas y entienden mejor los comportamientos de la gente. “Las hermanas les enseñan a sus hermanos sobre los misterios de las mujeres, y los hermanos hacen lo mismo con sus hermanas, al hablarles sobre hombres”, señala Kluger. De hecho, a los hombres que tienen hermanas se les facilita más comunicarse con las mujeres, y viceversa. Según el libro, estudios recientes han revelado que aquellos que tienen una cita romántica rápida, de 5 a 15 minutos, y tienen hermanos del sexo opuesto, lo hacen mucho mejor que quienes no los tienen.
Pero quienes tienen hermanos saben que estas relaciones también están plagadas de conflictos. Muchos de ellos se originan por la preferencia que los padres sienten por uno u otro. Aunque los padres, de labios para afuera, dicen que ninguno es su favorito y los quieren a todos por igual, la realidad es otra. En el libro, Kluger hace referencia a un estudio realizado por Catherine Conger de la Universidad de California, quien visitó tres veces durante tres años a cerca de 400 familias con más de un hijo. Les preguntó sobre sus relaciones y grabó en video cómo solucionaban un conflicto intrafamiliar. Después de revisar el material, Conger concluyó que en el 65 por ciento de los hogares las mamás tienen preferencia hacia uno de sus hijos; los papás lo hacen en el 70 por ciento de los casos. Y el resto sabe esconderlo muy bien.
Ese favoritismo se da principalmente con los mayores. Y según Kluger, los primogénitos son los predilectos precisamente porque llegan primero, y ante la novedad, los padres se les dedican, cosa que no sucede con el segundo, y mucho menos con el tercero, quienes deben compartir con sus hermanos el tiempo y la energía de los padres. Un estudio realizado en Noruega en 2007 señala que esa atención exclusiva que reciben los mayores antes de que nazcan sus hermanos se traduce en un mayor
coeficiente intelectual. Esto los hace ser más exitosos y mejor remunerados que sus hermanos. Kluger concuerda con Frank Sulloway, psicólogo e investigador de la Universidad de Berkeley, Estados Unidos, quien fue uno de los pioneros en el estudio de las relaciones entre hermanos. En su momento afirmó que el orden de nacimiento es crucial para la formación del intelecto en las personas y que los primogénitos salen premiados en esta materia.
En otras familias, sin embargo, el favorito no es el primero sino el último: “Ellos son los más consentidos por ser los más vulnerables, y saben cómo llamar la atención mejor que nadie”, dice el autor. Los de la mitad, por su parte, conocidos popularmente como los sándwich, rara vez corren con la suerte de ser los preferidos. Esa posición poco privilegiada los convierte en los más desapegados de la familia. Se suelen ir más rápido de la casa, son rebeldes y buscan afectos fuera del núcleo familiar. Por eso resultan ser lo más sociables y amigueros del clan.
El género también es un elemento clave para establecer cuál es el favorito de la familia. Cuando todos son del mismo sexo se crea una conexión muy grande entre ellos porque sus gustos son similares. En el caso de las familias en las que hay una sola mujer o un solo hombre entre dos o más hermanos, el diferente suele robarse la atención de sus padres. Catherine Salmon, psicóloga experta en el tema, afirma que “cuando hay una sola niña o un solo niño en la familia, el hecho de ser distinto al resto hace que ganen mayor atención y que les dediquen más tiempo”.
El caso de los hermanastros es particular. Cualquiera pensaría que hay más conflictos entre ellos, pero, curiosamente, Kluger revela que después de convivir por lo menos seis años, los lazos entre estos pueden ser iguales a los de los hermanos biológicos. Incluso, la relación puede ser mejor porque no existe la competencia que hay entre los hermanos por atraer la atención de sus padres, algo que sucede principalmente en la niñez. Por otra parte, la relación entre gemelos es muy complicada, pues son muy parecidos no solo en lo físico, sino en su personalidad. “Su entendimiento mutuo es más sutil y profundo que el de los otros hermanos”, le dijo Kluger a SEMANA.
En cuanto a los hijos únicos, el autor señala que gozan de ciertas ventajas respecto a los de familias más numerosas. Son más maduros porque tienden a escuchar y participar desde pequeños en conversaciones de adultos. Adicionalmente,
desarrollan habilidades cognitivas y comunicativas que los hacen mejores en el colegio que los compañeros de su misma edad.
Aunque para el autor tener un favorito no es un pecado, aconseja que los padres deben descubrir a tiempo las aptitudes de sus hijos para que cada uno forme su identidad. “Lo ideal es que cada uno tenga su rol claro dentro de la familia. Es decir, que el chistoso, el artista y el atleta sean reconocidos como tales. No se puede tratar a los hijos por igual porque son individuos con distintas necesidades”, le explicó Kluger a SEMANA.
Kluger admite que el tema es tan complejo que no es posible generalizar. Por ejemplo, el factor cultural influye mucho, pues, como señala en su libro, está comprobado que en Latinoamérica los hermanos comparten en promedio 17 horas diarias cuando viven juntos, mientras que en países europeos y norteamericanos el promedio es de solo diez.
Esto marca una diferencia en la visión que cada una de estas culturas tiene sobre la familia. Los latinos siguen apegados a su familia de origen hasta el final de su vida mientras que los anglosajones se desprenden de esta muy temprano. Pero independientemente de estas diferencias, lo importante es que la relación que se establece entre los hermanos es única, porque, como lo dice Kluger, “ellos son los confidentes, protectores, modelos y amigos de toda la vida”.
Esto marca una diferencia en la visión que cada una de estas culturas tiene sobre la familia. Los latinos siguen apegados a su familia de origen hasta el final de su vida mientras que los anglosajones se desprenden de esta muy temprano. Pero independientemente de estas diferencias, lo importante es que la relación que se establece entre los hermanos es única, porque, como lo dice Kluger, “ellos son los confidentes, protectores, modelos y amigos de toda la vida”.
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