Blanco&negro
Mil terrestres ya han enviado su solicitud. Entre ellos hay dos colombianos —seguramente muchos más— que tres meses atrás completaron el formulario de inscripción y días después fueron entrevistados vía Skype. Uno de ellos es Luis Fernando Rojas, publicista, 35 años, residente en Bogotá. La segunda es su amiga María Angélica Nieto, politóloga, 29 años (ver recuadro).
—¿Dónde vive? ¿A qué se dedica? ¿Tiene trabajo? —preguntó una voz de hombre al otro lado del teléfono celular. Hablaba un inglés de acento indescifrable. Se presentó como un representante de la empresa Mars One.
—Soy director de marketing en línea, aprovecho internet de todas las formas posibles para hacerle publicidad a la empresa con la que trabajo —respondió Luis Fernando Rojas. La entrevista se prolongaría por unos 20 minutos, el mismo tiempo que Rojas gastó caminando desde su oficina en el norte de Bogotá hasta su casa, un pequeño apartamento en un sexto piso.
—¿Cuál es su motivación para hacer parte de este proyecto?
—¿Por qué no hacerlo? Me parece mucho más sorprendente que alguien no quiera ir. Me gusta pensar que no se han acabado las exploraciones, que todavía pueden producirse noticias como el primer hombre que pisó la Luna o la primera persona que llegó al Polo Norte. Ese tipo de hechos se acabaron y eso nos ha hecho sentir muy grandes, sentir que ya lo hemos conquistado todo y realmente no llevamos nada. Prefiero hacer parte de un grupo de 20 que cree en un proyecto como este, a uno de 7.000 millones de personas que siente que ya ha llegado a la cumbre de su civilización porque ha conquistado muchas partes.
—¿Le teme a la idea de no poder volver?
—Tengo más miedo de irme para Marte y no tener internet, que dejar de ver a mi familia (el proyecto contempla conexión a la red). Vivo conectado 18 horas al día. Irme a un sitio donde no haya internet sería gravísimo, pero, de resto, ¿cuál sería la diferencia? Hoy vivimos en un mundo en el que el contacto directo no es tan importante; es mucho más importante para mi familia poder decir: “Mi hijo es uno de los 20 que está en Marte”. Eso sí sería importante.
El montaje del más grande reality show de la humanidad cuenta, por ahora, con el apoyo de 150 proveedores que tendrán a su cargo desde la formación de los viajeros hasta la planeación de una colonia habitable y sostenible en Marte —el asentamiento estará propulsado por paneles solares, el agua será extraída del subsuelo y el ideal es que se convierta en una comunidad autosostenible que cultive sus propios alimentos—. Algunos proveedores se han sumado a la iniciativa sin cobrar un solo peso, sólo por el prestigio de hacer parte de esta arriesgada expedición.
El modus operandi es el siguiente: en 2023 viajará un primer grupo de cuatro astronautas (el trayecto hasta Marte tarda unos siete meses), que tendrán la misión de empezar a construir la pequeña ciudadela. Después, cada dos años, viajará otro grupo de cuatro personas hasta completar el equipo. Si el primer traslado cuesta $6.000 millones, se estima que cada uno de los siguientes no supere los US$4.000 millones. El objetivo es financiar el proyecto con la venta de derechos de transmisión del reality, que empezará a emitirse desde la etapa de selección.
¿Una década es suficiente para lograr la meta? Diego Mauricio Jiménez, máster en administración del espacio de la International Space University (Estrasburgo) y quien ha trabajado en el Centro de Investigación Ames de la Nasa, dice que “en 10 años se podría tener la capacidad de llevar humanos a orbitar, pero queda la gran duda de poder establecer una colonia allá. El proyecto que plantean está en el límite. En teoría lo pueden hacer, pero la capacidad de asegurar la integridad física de las personas es muy cuestionable”.
Con él está de acuerdo Jorge Zuluaga, Ph.D. en física y coordinador del pregrado de astronomía de la Universidad de Antioquia: “Las condiciones en Marte son muy complicadas porque no tiene un campo magnético ni una atmósfera suficientemente gruesa. El principal desafío es estar allá sin morir o sin tener problemas que ni siquiera podemos predecir. La temperatura en Marte es de 70 grados bajo cero y sólo puede subir a temperaturas de cero grados en el mejor de los casos”.
Y claro, hay que añadir las razones del no retorno: la primera, porque el combustible para el regreso tendría que llevarse desde la Tierra, lo que representa mucho peso y más gastos, y la segunda, relacionada con la salud de los viajeros, porque Marte tiene una gravedad mucho menor que la de la Tierra y esto generaría una descalcificación en sus huesos, lo que haría imposible soportar nuevamente las condiciones de nuestro planeta.
Luis Fernando Rojas se describe a sí mismo como un hombre “práctico, de gustos muy simples. Ambicioso, no tanto de poseer objetos sino de hacer cosas diferentes. Me gusta probar que es posible hacer las cosas diferentes y ser feliz en el camino, sin sacrificar la vida por seguir el mismo camino de todo el mundo”. Desde su apartamento en el barrio Chapinero habla con real convicción de este proyecto.
—¿No cree que irse para siempre sería como morirse para su familia y sus amigos?
—No, para nada. Sería lo mismo que cuando mi hermano se fue para Londres y no tenía planeado volver. ¿Cuál es la diferencia? Los llamas por Skype, les escribes. Además no me voy solo, es un grupo de personas que van a crear un barrio pequeño.
—¿No lo preocupa estar expuesto en un reality?
—Me parece mucha más justa la idea de hacer un reality por un objetivo, como este viaje a Marte, que simplemente hacerlo para entregarle plata a una empresa a costa de la dignidad de las personas. Además, ha sido un proceso abierto al público. Me parece muy difícil que se trate de una estafa porque se están asociando con un grupo de empresas muy grandes, que incluso han trabajado con la Nasa. Básicamente podría ser la estafa más grande del planeta, pero ¿dónde se meten después? Les tocaría irse a Marte a esconderse.
—¿Cómo se imagina la vida allá?
—Va a ser una enorme colección de problemas muy interesantes de solucionar.
Quizá son más los escépticos frente a esta misión especial que quienes realmente visualizan a Marte habitado por terrícolas en 2023. Pero también son mayoría quienes sostienen que es hora de volver a conquistar el espacio con una iniciativa así. “Es un proyecto muy ambicioso que tiene altas probabilidad de fracasar, pero así han sido los grandes proyectos espaciales”, sostiene Diego Mauricio Jiménez.
“Es un viaje con un costo humano muy alto —dice el profesor Jorge Zuluaga—. Esta es gente que está dispuesta a morir. Sin embargo, los seres humanos no podemos limitarnos para explorar. Va a ser muy difícil, podrían morir unos cuantos, y la muerte de esos cuantos va a ser igual a la de los primeros astronautas, pero no podemos dejar de explorar. Ellos van a abrir caminos. Así es como hemos aprendido”.
El temor a un viaje sin retorno
“He sido voluntaria en muchas cosas. En la universidad estaba en todas las actividades. Ya como profesional estuve un año trabajando en acción humanitaria en el Magdalena Medio con población desplazada. No le tengo miedo a la aventura o a estar en situaciones extremas donde estén tan expuestas mis debilidades y fortalezas”.
María Angélica Nieto es politóloga con especialización en periodismo, tiene 29 años y con estas palabras respondió a la entrevista que le hizo Mars One vía Skype.
Asegura que su principal motivación “es la aventura, la curiosidad”. Quizá su mayor temor sea la idea de un viaje sin retorno, “porque soy muy unida a mi familia. Porque sueño tener una familia. Pero no sé en qué circunstancias voy a estar en diez años. En ese momento ya evaluaré si las razones para irme son mucho más fuertes que las de quedarme”.
Liderado por la empresa Mars One
El 'reality show' más grande de la humanidad será en Marte
Entre los cerca de mil inscritos a esta convocatoria, que pretende crear una colonia en el planeta rojo a partir de 2013, hay por lo menos dos colombianos. ¿Qué los motiva?
Por: Redacción Vivir
Los bogotanos Angélica Nieto (29 años), y Luis Fernando Rojas (35), presentaron una primera entrevista ante la empresa Mars One y esperan ser seleccionados para viajar a Marte. / Andrés Torres - El Espectador
El mayor reality show de la humanidad tendrá como locación al planeta Marte. Empezará en 2013 y costará US$6.000 millones en su primera etapa. La organización está a cargo de la empresa holandesa Mars One y las inscripciones ya están abiertas. Quien quiera hacer parte de esta misión tendrá cumplir principalmente tres requisitos: tener entre 18 y 40 años, una buena condición física y psicológica, y aceptar que se trata de un viaje sin retorno. Los 24 seleccionados para esta histórica proeza no podrán regresar a la Tierra; una vez que sus cuerpos se adecúen a las condiciones del planeta rojo, físicamente no podrán resistir el retorno.Mil terrestres ya han enviado su solicitud. Entre ellos hay dos colombianos —seguramente muchos más— que tres meses atrás completaron el formulario de inscripción y días después fueron entrevistados vía Skype. Uno de ellos es Luis Fernando Rojas, publicista, 35 años, residente en Bogotá. La segunda es su amiga María Angélica Nieto, politóloga, 29 años (ver recuadro).
—¿Dónde vive? ¿A qué se dedica? ¿Tiene trabajo? —preguntó una voz de hombre al otro lado del teléfono celular. Hablaba un inglés de acento indescifrable. Se presentó como un representante de la empresa Mars One.
—Soy director de marketing en línea, aprovecho internet de todas las formas posibles para hacerle publicidad a la empresa con la que trabajo —respondió Luis Fernando Rojas. La entrevista se prolongaría por unos 20 minutos, el mismo tiempo que Rojas gastó caminando desde su oficina en el norte de Bogotá hasta su casa, un pequeño apartamento en un sexto piso.
—¿Cuál es su motivación para hacer parte de este proyecto?
—¿Por qué no hacerlo? Me parece mucho más sorprendente que alguien no quiera ir. Me gusta pensar que no se han acabado las exploraciones, que todavía pueden producirse noticias como el primer hombre que pisó la Luna o la primera persona que llegó al Polo Norte. Ese tipo de hechos se acabaron y eso nos ha hecho sentir muy grandes, sentir que ya lo hemos conquistado todo y realmente no llevamos nada. Prefiero hacer parte de un grupo de 20 que cree en un proyecto como este, a uno de 7.000 millones de personas que siente que ya ha llegado a la cumbre de su civilización porque ha conquistado muchas partes.
—¿Le teme a la idea de no poder volver?
—Tengo más miedo de irme para Marte y no tener internet, que dejar de ver a mi familia (el proyecto contempla conexión a la red). Vivo conectado 18 horas al día. Irme a un sitio donde no haya internet sería gravísimo, pero, de resto, ¿cuál sería la diferencia? Hoy vivimos en un mundo en el que el contacto directo no es tan importante; es mucho más importante para mi familia poder decir: “Mi hijo es uno de los 20 que está en Marte”. Eso sí sería importante.
El montaje del más grande reality show de la humanidad cuenta, por ahora, con el apoyo de 150 proveedores que tendrán a su cargo desde la formación de los viajeros hasta la planeación de una colonia habitable y sostenible en Marte —el asentamiento estará propulsado por paneles solares, el agua será extraída del subsuelo y el ideal es que se convierta en una comunidad autosostenible que cultive sus propios alimentos—. Algunos proveedores se han sumado a la iniciativa sin cobrar un solo peso, sólo por el prestigio de hacer parte de esta arriesgada expedición.
El modus operandi es el siguiente: en 2023 viajará un primer grupo de cuatro astronautas (el trayecto hasta Marte tarda unos siete meses), que tendrán la misión de empezar a construir la pequeña ciudadela. Después, cada dos años, viajará otro grupo de cuatro personas hasta completar el equipo. Si el primer traslado cuesta $6.000 millones, se estima que cada uno de los siguientes no supere los US$4.000 millones. El objetivo es financiar el proyecto con la venta de derechos de transmisión del reality, que empezará a emitirse desde la etapa de selección.
¿Una década es suficiente para lograr la meta? Diego Mauricio Jiménez, máster en administración del espacio de la International Space University (Estrasburgo) y quien ha trabajado en el Centro de Investigación Ames de la Nasa, dice que “en 10 años se podría tener la capacidad de llevar humanos a orbitar, pero queda la gran duda de poder establecer una colonia allá. El proyecto que plantean está en el límite. En teoría lo pueden hacer, pero la capacidad de asegurar la integridad física de las personas es muy cuestionable”.
Con él está de acuerdo Jorge Zuluaga, Ph.D. en física y coordinador del pregrado de astronomía de la Universidad de Antioquia: “Las condiciones en Marte son muy complicadas porque no tiene un campo magnético ni una atmósfera suficientemente gruesa. El principal desafío es estar allá sin morir o sin tener problemas que ni siquiera podemos predecir. La temperatura en Marte es de 70 grados bajo cero y sólo puede subir a temperaturas de cero grados en el mejor de los casos”.
Y claro, hay que añadir las razones del no retorno: la primera, porque el combustible para el regreso tendría que llevarse desde la Tierra, lo que representa mucho peso y más gastos, y la segunda, relacionada con la salud de los viajeros, porque Marte tiene una gravedad mucho menor que la de la Tierra y esto generaría una descalcificación en sus huesos, lo que haría imposible soportar nuevamente las condiciones de nuestro planeta.
Luis Fernando Rojas se describe a sí mismo como un hombre “práctico, de gustos muy simples. Ambicioso, no tanto de poseer objetos sino de hacer cosas diferentes. Me gusta probar que es posible hacer las cosas diferentes y ser feliz en el camino, sin sacrificar la vida por seguir el mismo camino de todo el mundo”. Desde su apartamento en el barrio Chapinero habla con real convicción de este proyecto.
—¿No cree que irse para siempre sería como morirse para su familia y sus amigos?
—No, para nada. Sería lo mismo que cuando mi hermano se fue para Londres y no tenía planeado volver. ¿Cuál es la diferencia? Los llamas por Skype, les escribes. Además no me voy solo, es un grupo de personas que van a crear un barrio pequeño.
—¿No lo preocupa estar expuesto en un reality?
—Me parece mucha más justa la idea de hacer un reality por un objetivo, como este viaje a Marte, que simplemente hacerlo para entregarle plata a una empresa a costa de la dignidad de las personas. Además, ha sido un proceso abierto al público. Me parece muy difícil que se trate de una estafa porque se están asociando con un grupo de empresas muy grandes, que incluso han trabajado con la Nasa. Básicamente podría ser la estafa más grande del planeta, pero ¿dónde se meten después? Les tocaría irse a Marte a esconderse.
—¿Cómo se imagina la vida allá?
—Va a ser una enorme colección de problemas muy interesantes de solucionar.
Quizá son más los escépticos frente a esta misión especial que quienes realmente visualizan a Marte habitado por terrícolas en 2023. Pero también son mayoría quienes sostienen que es hora de volver a conquistar el espacio con una iniciativa así. “Es un proyecto muy ambicioso que tiene altas probabilidad de fracasar, pero así han sido los grandes proyectos espaciales”, sostiene Diego Mauricio Jiménez.
“Es un viaje con un costo humano muy alto —dice el profesor Jorge Zuluaga—. Esta es gente que está dispuesta a morir. Sin embargo, los seres humanos no podemos limitarnos para explorar. Va a ser muy difícil, podrían morir unos cuantos, y la muerte de esos cuantos va a ser igual a la de los primeros astronautas, pero no podemos dejar de explorar. Ellos van a abrir caminos. Así es como hemos aprendido”.
El temor a un viaje sin retorno
“He sido voluntaria en muchas cosas. En la universidad estaba en todas las actividades. Ya como profesional estuve un año trabajando en acción humanitaria en el Magdalena Medio con población desplazada. No le tengo miedo a la aventura o a estar en situaciones extremas donde estén tan expuestas mis debilidades y fortalezas”.
María Angélica Nieto es politóloga con especialización en periodismo, tiene 29 años y con estas palabras respondió a la entrevista que le hizo Mars One vía Skype.
Asegura que su principal motivación “es la aventura, la curiosidad”. Quizá su mayor temor sea la idea de un viaje sin retorno, “porque soy muy unida a mi familia. Porque sueño tener una familia. Pero no sé en qué circunstancias voy a estar en diez años. En ese momento ya evaluaré si las razones para irme son mucho más fuertes que las de quedarme”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario