lunes, 22 de abril de 2013

Blanco&negro


Lecciones de paz

Por:  |

FABIO MARTINEZ

Lo que ocurrió con el M-19 es una lección que nos debe servir para afirmar que la paz en Colombia, ¡sí se puede!.
En octubre de 1983 García Márquez, quien acababa de recibir el Premio Nobel de Literatura, escribió un excelente reportaje titulado ‘Bateman: misterio sin final’, que fue publicado por el diario ‘El País’ de España y la revista ‘Semana’ de Colombia. Aquel reportaje narraba el accidente fatal que sufrió en territorio panameño, el 28 de abril de 1983, Jaime Bateman Cayón, el fundador del M-19.
La pequeña avioneta que partió de un aeropuerto clandestino en Ciénaga iba piloteada por el diputado conservador y amigo de Bateman Antonio Escobar Bravo, y dos guerrilleros: la bióloga caleña Nelly Vivas Rebolledo y el campesino de Florencia Conrado Marín.
Con su pluma exquisita, que siempre lo ha caracterizado, Gabo escribió uno de los mejores reportajes que se hayan publicado sobre las últimas horas del líder guerrillero, que en ese momento era el hombre más buscado de Colombia.
La crónica del Nobel lleva la impronta de la buena literatura, ‘thriller’ o de suspenso, pues en aquel entonces las noticias sobre Bateman eran todo un misterio y su desaparición súbita dio pie a muchas conjeturas que hicieron crecer el mito.
El reportaje de Gabo cuenta la historia de la última aventura de Bateman, que junto con el amigo piloto y los dos compañeros de viaje quedaron incinerados en la región de San Blas.
Treinta años después de este episodio, el misterio se develó y el final me lo contó el hermano de Nelly, el arquitecto Gustavo Vivas, quien hoy vive en Valencia (España). Gustavo narró que los cuerpos calcinados fueron hallados por los indios cunas de la región; luego, la madre de Bateman, doña Clementina Cayón, y la madre de Nelly, doña Rosmyra Rebolledo de Vivas, viajaron a Panamá a recoger los restos y los llevaron al cementerio de Santa Marta, donde hoy reposan.
En la investigación de Gabo es claro que Bateman y los guerrilleros se dirigían a Panamá a conversar sobre la paz con el presidente Belisario Betancur después de un intento malogrado en Nueva Delhi, donde se realizaba la Conferencia de los Países No Alineados.
Este fue uno de los tantos intentos frustrados por buscar la paz en el país.
Después de la muerte de Bateman vinieron el asalto armado del Palacio de Justicia por parte del M-19 y la retoma, a sangre y fuego, por parte de las fuerzas militares.
Los grupos paramilitares se fortalecieron con la ayuda de los militares y el sector privado, y el narcotráfico llenó al país de sangre y terror.
En 1986 mataron a Guillermo Cano; en 1987, a Jaime Pardo Leal; en 1989, a Luis Carlos Galán; en 1990, a Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro Leongómez; estos tres últimos siendo candidatos a la Presidencia de la República.
A pesar de los enemigos de la paz, el M-19 comprendió que las armas no eran la alternativa para llegar al poder; luego de muchos ires y venires, firmaron la paz en Santo Domingo (Cauca), el 8 de marzo de 1990, bajo el gobierno del presidente Virgilio Barco.
Después de la firma, su líder, Antonio Navarro Wolff, de quien sus paisanos pastusos dicen que es el único político que habla claro pero que nadie le entiende, tuvo el honor de presidir, junto con Horacio Serpa y Álvaro Gómez, la Asamblea Constituyente, que dio origen a la Constitución del 91.
Esta es una lección histórica que nos debe servir para afirmar que la paz en Colombia ¡sí se puede!
Fabio Martínez

No hay comentarios: