Tras la muerte de
Franco en 1975, España inició un periodo de transición política que culminó en
la consolidación de la democracia a mediados de los años 80. Durante esta
etapa, la Constitución de 1978 marcó un hito histórico, estableciendo derechos
y libertades fundamentales y sentando las bases de una democracia liberal.
Desde entonces, el
poder político en España ha oscilado principalmente entre dos grandes bloques:
el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), representando a la izquierda, y el
Partido Popular (PP), símbolo de la derecha. El PSOE llegó al gobierno en 1982
bajo el liderazgo de Felipe González, marcando una era de profundas reformas
económicas y sociales que modernizaron el país durante 14 años. Por su parte,
el PP, surgido en parte de la Alianza Popular, asumió el poder en 1996 con José
María Aznar, impulsando políticas de corte conservador y neoliberal.
Desde entonces,
ambos partidos han alternado en el poder. El PSOE regresó al gobierno en 2004,
gobernando hasta 2011, mientras que el PP retomó el liderazgo hasta 2018. Sin
embargo, factores como la crisis económica de 2008, los escándalos de
corrupción y, más recientemente, la gestión de la pandemia de COVID-19, han
minado la confianza pública en estas formaciones tradicionales. La crisis de
2008 fue particularmente determinante, debilitando al PSOE y facilitando el
ascenso del PP. Este periodo estuvo marcado por decisiones políticas
controvertidas y el uso de los medios de comunicación para criticar políticas
progresistas, alimentando campañas en contra de la inmigración y otros temas
sensibles.
En 2011, el
movimiento social del 15M irrumpió en el panorama político, dando paso a nuevas
fuerzas como Podemos, que inicialmente representó el descontento social y la
juventud de la izquierda moderna. Sin embargo, los grandes intereses económicos
y mediáticos los retrataron como una amenaza, obstaculizando su ascenso.
Paralelamente, el auge de partidos emergentes como Vox en la derecha evidenció
un cambio en las dinámicas políticas, impulsado por discursos polarizantes, el
rechazo al inmigrante y el descontento hacia los partidos tradicionales. El
independentismo ha sido otro tema crucial en el debate político. Aunque las
demandas de autonomía han complicado el panorama; el plan pacifista del
presidente Sánchez, desinstaló las pretensiones de los grupos políticos
separatistas. Como tampoco podemos
ignorar los logros de la paz con ETA, liderada por el PSOE, o la respuesta
eficaz ante crisis como la pandemia, que demostró la importancia de la unidad
nacional. Cataluña, por ejemplo, experimentó un mayor beneficio al estar
integrada en España durante el COVID-19, lo que desarmó en parte a los
catalanes, ya que juntos somos más fuertes.
Las nuevas
generaciones han traído consigo prioridades y valores distintos que están
redefiniendo el apoyo a los partidos tradicionales. Sin embargo, persiste un
preocupante aumento del odio hacia la inmigración, un fenómeno que contrasta
con la necesidad de reconocer el valor económico y cultural que los inmigrantes
aportan al país. España debe adoptar políticas que fomenten un modelo de
desarrollo inclusivo, en el que todos puedan ganar.
La política
española post-transición ha sido un reflejo de crisis económicas, movimientos
sociales, debates identitarios y cambios generacionales. Hoy, nuevos partidos y
movimientos desafían el bipartidismo tradicional, abriendo paso a un nuevo
enfoque político. Lo que lleva a muchos a confundirse y dar paso a agrupaciones
que terminan en uno de los dos bandos.
En este ensayo,
quiero bajar el discurso a tierra y hablar (en idioma pueblerino) de cómo se
viven estas cuestiones en las calles de nuestros pueblos, donde las
preocupaciones y opiniones son más directas y sin rodeos. A partir de ahí,
exploraremos cómo la Tercera Vía podría ofrecer ideas frescas y soluciones
prácticas para enfrentar los retos actuales de la sociedad española.
Blanco&negro/14-05-2025